Ascenso al cerro Corona y al volcán Tromen en la Cordillera del Viento

Entre las actividades organizadas por la capitanía de Andinismo se planificó una salida al volcán Tromen para la ventana del 26 al 30 de octubre.

Ocho interesados aprobamos la prueba de aptitud física obligatoria para emprender la aventura. Pero el hombre propone y Dios y el clima disponen. Pronóstico de vientos de 120 km/h (no en vano a la región la llaman la “Cordillera del Viento”) hizo que nuestro guía, el avezado Iván Bonacalza, decidiera suspender la salida. La nueva fecha se fijó para el 30 de noviembre al 4 de diciembre, lo que provocó la inmediata baja de Francisco Castex y a último momento la de Martín Devoto. El grupo quedó conformado -por orden de llegada a este mundo- por mí, Héctor Huici, Ignacio Nicholson, Federico Kruse, Juan Vugdelija, Fermín Errea y Federico Kruse (h).

En vuelos entre la mañana y el mediodía del 30 de noviembre viajamos a Neuquén para luego, en tres autos, para dirigirnos al punto de reunión: unas cabañas en Huinganco, pequeña localidad próxima a Chos Malal y cerca de la naciente del río Neuquén. Luego de llegar, junto a nuestro guía, José Bonacalza (hijo de Iván) y su ayudante Ian Clasen, acomodamos y revisamos el equipo y se planificó el ascenso del día siguiente al cerro Corona, sito en dicha localidad. El plan era llegar a la laguna luego de una trepada de 8 km y 1100 metros de desnivel y, si las condiciones lo permitían, seguir otros 300 mts hasta la cumbre. El día concluyó luego de una excelente cena de fideos preparada por nuestro chef Federico Kruse.

Al día siguiente, luego de un frugal desayuno, partimos a nuestro primer ascenso que iniciamos a eso de las 9 am. A medida que ascendíamos fuimos dejando atrás un bosque de pinos implantados y la vista hacia la cordillera de los Andes se fue tornando imponente. No hacía frío y había sol, aunque también algunas nubes, pero se insinuaba un fuerte viento que a la postre nos impediría hacer cumbre. Luego de unas cuatro horas de caminata, parte en nieve, pero sin necesitar crampones, llegamos a la laguna donde nos acomodamos apretadamente tras una pirca para refugiarnos del viento que soplaba a unos 70 km/h. Almorzamos unos nutritivos sándwiches de bondiola, salame, queso, tomate y palta preparados por nuestros guías y lentamente iniciamos el descenso. De regreso, en las cabañas, aprontamos el equipo para el día siguiente y concluyó la jornada luego de un reparador baño y unos excelentes canelones nuevamente cocinados por Federico.

A la mañana siguiente partimos hacia Chos Malal vía Andacollo. Allí compramos algunas provisiones y debí resolver un problema de calzado comprando unas botitas. Dejamos atrás Chos Malal a eso de las 10.30 luego de reservar un hotel para nuestro regreso al día siguiente. Rápidamente dejamos el asfalto y unos 20 km de ripio nos dejaron en la base del volcán Tromen en el parque provincial homónimo. El volcán tiene unos 4100 mts de altura y lo abordaríamos por la ruta más larga, pero de menor pendiente, lo que exige menos a las piernas.

Almorzamos y partimos hacia lo que sería nuestro campamento base a 2700 mts donde llegamos luego de casi tres horas de caminata bordeando un arroyo. José eligió la zona donde hacer el vivac y procedimos a acondicionar el terreno para el armado de las carpas, además de juntar agua para la cena y la travesía del día siguiente.

Cenamos temprano un magnífico arroz con calamares (sí, adivinaron: preparado por Federico Kruse), y nos fuimos a intentar dormir aún con luz natural. A las 3 am sonaron las alarmas (todas menos la de los guías que la habían puesto para las 3…pm, ¡já!). Se sentía el frío pero estábamos bien equipados. Desayunamos y a las 4 am iniciamos el ascenso iluminados por nuestras linternas de mineros. A poco de andar nos detuvimos para colocarnos los crampones y continuamos casi hasta la cumbre transitando por una nieve de forma muy irregular que complicaba la marcha. Si bien la distancia a recorrer era menor que la del Corona, el desnivel era mayor y fundamentalmente el terreno más complicado para caminar, lo que hace que el esfuerzo físico sea mayor. Por suerte el clima acompañó con un cielo diáfano y casi nada de viento.

A escasos 150 mts de desnivel a la cumbre, y algo más de una hora de caminata, este cronista tuvo que tomar la dolorosa decisión de quedarse. Hay que conocer los propios límites y respetar a la naturaleza. Aún quedaba -no solo ese breve pero exigente trecho hasta la cumbre- sino el regreso. Y se necesitan piernas también para el descenso. Tenía presente la frase que nos dijo Martín Devoto al despedirnos por el chat grupal del célebre montañista inglés Roger Baxter Jones: ”Regresen sanos, regresen como amigos, hagan cumbre, en ese orden”. 

Me acondicioné en un lugar cómodo, me abrigué (sin moverse se sentían los -7° pese al sol) y almorcé mientras el resto del grupo emprendía el ascenso final ya sin crampones y por un exigente terreno de piedra y tierra suelta. Con una de las radios me comunicaba con José y seguía las vicisitudes del grupo (y supongo que a la vez él se quedaba tranquilo de mi buen estado). Casi dos horas y media después regresaron con la satisfacción de haber hecho cumbre e iniciamos el también cansador descenso alternando nieve y piedra, pero ya sin crampones. A eso de las 17.30 llegamos al campamento y brindamos con champagne. Desarmamos las carpas, empacamos e iniciamos el regreso a los vehículos, lo que nos llevó unas dos horas. A eso de las 20.30 partimos para Chos Malal, donde llegamos pasadas las 21.30, en nuestro caso (con Fermín), no sin antes cambiar una rueda reventada por el ripio, por suerte sin consecuencias mayores.

Nos despedimos de José e Ian y fuimos a cenar todos juntos. Al día siguiente desayunamos y cada auto partió hacia Neuquén. A la noche ya todos estábamos de regreso en Buenos Aires. Volvimos sanos, volvimos amigos, y siete hicieron cumbre. Una nueva prueba de valores, deporte y amistad que animan a nuestro querido Club.

¡Hasta la próxima!

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