Trekking otoñal en Arbolito, cerro Dormilón y filos del Colorado

Crónica de Mariana Llorens

Joaquín Miranda, Martín Martorell, Ronco Mazzucco, Sebastián Mendez Tronge, Pato Gutiérrez R., Raquél Carpinacci y Mariana Llorens (fotógrafa del grupo).

"Iván….. ¿me pongo la térmica?". Así emprendimos este desafío el 19 de abril último cuatro cubanos, dos cubanas y un invitado, el gran Pato, al que aceptamos pese a sus ronquidos nocturnos de motosierra.

Previa evaluación física tomada por la Capitanía de Andinismo, chequeo de equipos y organización de comidas, partimos a la aventura.

Algunos cruzamos el jueves a última hora desde puerto Elma, bajo una tormenta que parecía que aguaría nuestro ansiado programa. Finalmente, el viernes nos reunimos todos, Joaco Miranda (el más joven), Martín Martorell, Ronco Mazzucco, Sebas Mendez Trongé, Pato Gutiérrez R., Raqui Carpinacci y yo en la puerta del refugio Arbolito. Iván, nuestro guía, supervisó las mochilas y nos invitó a quitar 3 kilos innecesarios de ropa y demás. No solo nos enseñó todo lo relacionado con la marcha y el acondicionamiento de la mochila, sino que también estuvo al pie del cañón en todo momento. 

Gracias al entrenamiento previo, pudimos sortear momentos de mucha exigencia física. En mi caso, llevar la mochila con 7 kilos en la espalda ya era suficiente, por lo que agradecí la generosidad de mis compañeros que llevaron la comida. Cada paso nos acercaba. Los bastones resultaron ser imprescindibles, ya que en ciertos momentos no sé cómo hubiera atravesado lugares sin ellos. 

Después de varias horas de esfuerzo, logramos llegar al refugio Dormilón, primera parada para nuestra primera noche. Nuestro siguiente destino sería Puerto Chavol y los filos del Cerro Colorado.

El segundo día nos mostraría otro paisaje, otras vistas y otra experiencia tan extraordinaria como la anterior, todo pintado con los colores del reciente otoño, que tiñó de rojo y naranja el follaje de alrededor.

Durante tres días, subimos al Dormilón, al Colorado y recorrimos los filos del Colorado, compartimos “sabores de reyes”, “colchones de aristócratas", paisajes inolvidables, y compartimos muchas charlas, cuentos y risas.

¿Qué más decir? Sin la expertiz de Iván, no hubiéramos subido ni los primeros 50 metros que nos separaban de la comodidad del Arbolito, ni de las ricas comidas de Teresa.

Tener un Club que nos permite cumplir sueños que no podríamos realizar de otra manera, ¡es espectacular!

¡Gracias también a la Capitania de Andinismo!

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