Esquí de Travesía en el Frey y alrededores.

Testimonio en primera persona del Programa de Esquí de Travesía 2019. Organizado por la Capitanía de Andinismo y realizado con los socios Tomas Fernandez y Matias Drago.

Alegría, abrazos, risas y una cálida sensación de haber logrado el objetivo. Esto se manifestaba cuando bajábamos por Amancay, estábamos agotados, las piernas hinchadas por el esfuerzo, los hombros dolían después de haber cargado la mochila en un ascenso de varias horas y la respiración marcada era lo único que se escuchaba. Los ojos, en cambio, eran de satisfacción. En ese teleférico de un metro por un metro, estábamos los 3 sentados con una sonrisa plena que denotaba orgullo propio. Una vuelta a casa, con el sabor del esfuerzo cumplido.

 

Treinta y seis horas antes nos encontrábamos con Iván Bonacalza, guía de CUBA y amante de la montaña, gracias al plan organizado por la Capitanía de Andinismo. Nos introdujo en la materia, ¿Cómo nos manejamos en travesía? ¿Qué tenemos que llevar? ¿Cómo vamos a subir? Poco a poco fue desarrollando los temas, pasando mano en mano los equipos: pieles, grampones, arva, pala y sonda para que probemos su uso. Días anteriores subimos juntos y nos mostró cómo usar las pieles, cómo caminar, cómo doblar y cómo sentirse cómodo para subir hasta los lugares donde nos iban a recibir nieves vírgenes. Cumbres nevadas que terminaríamos por descender disfrutando de la simpleza misma del esquí. Sin más charla, partimos.

 

Primera parada, El Col del Viento. Un tramo de 80 metros por un lugar de gran pendiente, un cruce sencillo pero requería cuidarse. Un hombre volvía con esquíes al hombro, otros que estaban detrás nuestro comentaban: “Mirá, ese es el de Snow Brains”, al parecer es un esquiador amateur estadounidense conocido por recorrer picos y valles de la Patagonia documentando sus pasos en las redes sociales.  Luego de un abrazo como si se conocieran desde hace tiempo, recomendó los lugares esquiables, repartió un par de calcomanías y siguió su rumbo. Nos pusimos los grampones, esquíes a la mochila y avanzamos al otro lado donde nos encontramos con el Valle del Van Titter. Atrás dejamos los medios de elevación y la civilización de la montaña para partir hacia el Frey. Ahora el viento sonaba con fuerza, la vista era distinta, los picos tenían otro color y la nieve ya no tenía huellas de máquinas pisadoras. La base ya no era la del Catedral sino un bosque amplio donde frenaríamos a almorzar minutos más tarde.

 

El viento arrachado nos entraba de frente. La preparación de los equipos para el primer descenso se complicaba, aunque nuestras ansias de esquiar y salir de la racha lo hacían simple. Preparamos los esquíes, y uno tras otro comenzamos a descender. En ese momento todo cobró sentido, si había dudas de por qué estábamos ahí, se contestaron en el acto. La sensación de encontrarse bajando por el medio de un valle sin nadie de quien preocuparse es impagable. Posiblemente sea de los pocos deportes donde hacer ejercicio se sienta algo tan relajado, la nieve polvo te da esa sensación de deslizarte sin tocar la nieve y de doblar sin hacer esfuerzo. Es como si alguien te moviera constantemente, solo hay que dejarse llevar y saber que la mejor forma de frenar es aprovechando toda la bajada y hacerlo en el plano.

 

Por la tarde llegamos al Refugio, luego de un ascenso de hora y media por el medio del bosque cruzando ríos dejamos los esquíes. Unos mates con algo para comer nos esperaban y poco a poco íbamos conociendo a nuestros compañeros montañistas de aquella noche. De los 35 lugares disponibles en el refugio, solo ocho éramos argentinos. Los restantes provenían de países lejanos y no tan lejanos: Austria, Francia, España, Estados Unidos y Chile. El refugio es chico, pero con un corazón gigante. A pesar de las diferentes lenguas todos hablaban en un mismo idioma: el de la pasión por la montaña. Cada uno se aparecía con una historia distinta, un intercambio de palabras que nos permitía un aprendizaje mutuo. Algunos hacía ya dos semanas venían haciendo travesía de refugio en refugio. Otros, era su primera vez con pieles de foca y habían decidido debutar haciéndolo en la Patagonia Argentina. Para los que no saben, es de los pocos lugares donde existen los refugios y la utilización de ellos como tales. La travesía es un concepto traído de Europa y muchos hacen doble temporada para disfrutarla al máximo.

 

Por la noche, el cielo se pobló de estrellas iluminando los valles blancos del Catedral. El silencio permitía reflexionar y contemplar la inmensidad de la montaña. Estaba tranquila. Adentro se repartía la cena, luego de varias horas de charla, de envidos, trucos y comer para ganar lo perdido nos fuimos a dormir para encarar el segundo día de travesía.

 

Si bien nos despertamos con un sol veraniego, las ráfagas recuperaron fuerzas en la noche para golpear las paredes del refugio poniendo en duda, por nuestra parte, el ascenso a la cara noreste del Frey. Digo nuestra parte porque Iván estaba decidido a subir. Por más ráfaga que hubiera las condiciones estaban para animarse e ir en busca de la calma que cercioraba llegar. Desayunamos, pasamos contactos con nuestros nuevos amigos que la montaña seguro haga que nos crucemos nuevamente y salimos.

 

Tal como dijo Iván, momento más tarde vino la calma y estábamos subiendo el Cerro Monge buscando la primer línea del día, algo nuevito, algo fresco que aún no había sido rayado en ese día. Paso a paso, bastón tras bastón, hicimos cumbre. Teníamos esta sola bajada porque después emprendíamos la vuelta, había que aprovecharla.

 

Preparamos el equipo y pusimos los esquíes puntas para abajo. La pendiente de 40° permitía que la adrenalina corriera por la sangre. Los pies estaban firmes con los dedos apretados controlando el andar, el cuerpo agachado, las rodillas flexionadas y el pecho para afuera. El corazón latía a causa de la velocidad en busca de la curva perfecta. La concentración estaba puesta en los mejores rincones donde podíamos pasar con nuestros esquíes. Había que aprovechar eso que tanto sacrificio nos llevó subir. Tras una breve parada en el refugio seguimos descendiendo, pasamos por el bosque dejando los árboles tras nuestras espaldas, atravesamos el río y nos dirigimos a la base del valle. Era el momento de un nuevo ascenso, cuyo sentido sería nuestro pasaje a la civilización nuevamente.

 

El hielo que había en este lado imposibilitaba la subida con pieles de foca dejando como alternativa los grampones. Elección que implicaba un esfuerzo mayor, una progresión que conlleva caminar la montaña sin importar la pendiente, subir escalón por escalón. La recompensa sería grande ya que del otro lado nos esperaba un descenso prolongado por La Hoyita  (cara que se ve desde la silla Del Bosque donde ocurrió una avalancha en el 2009). Una vez arriba, la vista distinta, los picos de otro color y la nieve polvo se intercambiaba por un paisaje que interactuaba con los medios de elevación e infraestrucura nuevamente. Miramos la hora, eran las 17:05, estábamos tarde y teníamos que volver antes del cierre. Las piernas quemaban pero había que apretar los dientes, agachar la cabeza y apresurarse. El descenso fue rápido, llegando justos delante de los pisteros que estaban por irse. “Menos mal que los vimos bajar y los esperamos”, nos sonrió el último.

 

Las puertas del Teleférico Amancay se cerraron. Desplomados en el asiento, las miradas cómplices manifestaban la experiencia vivida. Sonrisas, reflexiones y promesas de retorno inundaron el cubículo.

 

Descubrimos un deporte nuevo, dentro de uno que ya se creía sabido. No solo el deporte y sus tecnicismos que son sumamente importante para cuidarse y evitar riesgos. Me refiero al descubrimiento de una cultura distinta, una comunidad que no existe en los centros de esquí habituales. Es una comunidad que va en busca de la buena nieve como un desafío. Apasionados por la montaña y sus picos nevados, están dispuestos a subir lo necesario para cumplir ese objetivo y brindar en la noche por esas dos únicas líneas hechas en todo el día. Esto resume a que no sea sólo un deporte. La travesía no se trata de esquiar la montaña, sino de vivirla.

 

¿Por qué no probarla?

 

Tomás Fernandez

* Para el 2020 hay varios proyectos de esquí de travesía. Quedate cerca! 

andinismocuba@gmail.com
@cubaandinismo

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