Desafío Catedral 2020

Compartimos una crónica de lujo escrita por Gervasio Caviglione Fraga y un relato en primera persona de Fernanda Carricart

La segunda edición del Desafío Catedral con base en "el Refugio" se realizó entre los días 27 de febrero y 1° de marzo, en este caso participaron 54 competidores y alojamos a 62 personas en nuestra querida sede.
 
El sur nos regaló un tiempo veraniego y todos han podido terminar esta prueba combinada de cuatro disciplinas. En está edición hubo una etapa de trekking dos kilómetros más larga y un desnivel mucho mayor, sin embargo el promedio de los competidores logró mejorar sus tiempos, y todos finalizaron el trazado completo. 
 
Agradecemos desde las Capitanías de Andinismo, Natación y la Subcomisión de la Sede a la familia Mavric por la excelente atención y al Director Técnico de la prueba Iván Bonacalza.
 
 

 

 
Crónica de Gervasio Caviglione Fraga
 

El lago Moreno es de origen glacial, cercano a la ciudad de Bariloche, cuyas costas riegan dos pequeñas poblaciones eminentemente turísticas; Villa Llao Llao y Colonia Suiza. Desde allí, comienza la competencia de natación (disciplina que inaugura la jornada en la playa Lamplaya) en la gloriosa mañana bisiesta de 2020 que a las 9:17  aún conservaba el frío de la noche y un aire más puro que las montañas que lo rodean.

 

La mañana y la historia de este duelo deportivo comienza a cargarse de rumores y, con la señal de partida, abrigados como osos en nuestros trajes de ocasión, partimos presurosos a recorrer los mil seiscientos metros compuestos de dos vueltas que serpentean en paralelo la costa Oeste o inferior del lago, dando manotazos desesperados – como entre matándonos para sobrevivir al estrépito del frio – y llegar secuencialmente a la primera, la segunda, la tercera y la cuarta boya colocada, en la que Pedro Bence brilla y triunfa en el primer tramo de la jornada.

 

A renglón seguido los infortunios de sacarnos de encima el mareo de la salida del agua, la complejidad de desprendernos de esos pesados neoprenes para subir livianos y frescos a los botes en donde sentimos una vez más, la amistosa magia del aire mientras contemplamos la belleza de este lago abigarrado, suave y sereno. De pronto, como llegado de otro mundo, ese elemento, sensación, percepción, intuición; espontánea, desconcertante, que súbitamente parece romper los límites del conocimiento racional para ponernos en contacto con una intimidad desconocida, llamada hecho o secreto estético, mientras conversamos con nuestro compañero de kayak los alegres tres kilómetros de distancia y en los que resulta descollante el rendimiento de la dupla Amuchástegui (Julieta)-Serra quienes pasan al frente en la marcha (y en las carcajadas que multiplican infinitamente el eco del lugar).

 

Resulta difícil fraguar una condensación eficaz y lógica de las impresiones del tercer y más duro tramo de esta competencia (el ciclismo), ya que para ello se necesita adoptar un punto de vista suprimiendo todas las circunstancias neutrales y porque la carrera rampante de veinte kilómetros de bicicleta de ventana a ventana de esos dos primos hermanos llamados (lago) Moreno y Gutiérrez consiste en el gusto y el registro de la intransferible experiencia subjetiva en la que uno se siente como un recluso (como si estuviéramos sumergidos en un vicio secreto e indescifrable para el observador incauto). La voluntad – es decir, la inquietud, necesidad, codicia, anhelo, dolor, sufrimiento, competencia cruel y también, el carácter, la fe en nuestro destino, el espíritu de lucha, el optimismo, la alegría y el agradecimiento de contar con esta venturosa existencia – es la protagonista central del tramo que tiene, a la cabeza de los rendimientos, a Enrique Gobbi.

 

De ventana a ventana devoramos leguas, como si nos corriera el mismísimo diablo, atravesando por senderos de nombres ignorados, el Río Casa de Piedra, la zona de la Cascada, el circuito de Motocross señalado – y maquillado  con arte de cartografía -,  el puesto de Vialidad, la ruta al Cerro Catedral y el camino de Villa Los Coihues, aborreciendo este tramo final, para llegar al Refugio del Club; siempre circulando por caminos de ripio en cercana compañía de puentes, de piedras, de plantas, de lagos, de pinos, de autos, de cabañas, de colores y olores medicinales.

 

Con empecinamiento ciego y gracias a nuestra inercia física continuamos en camino ascendente al cerro con ya disminuida movilidad y fluidez. Es un día deslumbrante, de cielo azul y sol pleno, sin una sola nube y el calor, ese eufemismo de Bariloche, hoy se siente hasta en nuestras entrañas al cruzar la plaza central y subir por el camino Cóndor los mil doscientos y tantos polvorientos metros en tanto que para distraernos de nuestras náuseas, miramos el suelo (y hasta la cooperación de la hormigas que se abastecen de comida para el duro invierno que llegará), sobrellevando nuestras pesadas piernas. Desde la cima, se observa, petulante, único y majestuoso, el Nahuel Huapi, el Padre de los Lagos de la Argentina y acaso del continente.

 

En la bajada, por el Camino de Principiantes, nuestra supervivencia se basa más en la simbiótica cooperación y aliento entre nosotros que en la indomable lucha para llegar sonrientes luego de cuatro horas de encantadora competencia, en la que Facundo Beltrán y Enrique Gobbi toman las riendas de liderazgo del trekking y obtienen el mejor registro.

 

Cae la tarde en el Cerro Catedral. En ese momento, creo escuchar una atareado rumor de risas de las sesenta y tantas almas congregadas en este fin de semana. Es el piano del momento y del lugar. De lejos, mientras saboreamos una picada, se empieza a sentir el aroma de un cordero que se adivina y luego se siente delicioso. Llega el discurso de los capitanes (Beltrán, Cermesoni, Camps, Martínez), las entregas de premios, las menciones, las bromas que aletean en el repaso de nuestra travesía y el reconocimiento a la pareja triunfante; Bence-Fernández Sasso.

 

En el epílogo, la música, el núcleo más íntimo de las formas, ese instante de plenitud en el que nos olvidamos de nuestros derrumbados cuerpos para comunicarnos en una dimensión a los que no llegan ni el conocimiento ni la razón. Por eso, antes de retornar a la vida cotidiana, rutinaria y previsible de lo sabido y vivido, lo que voy a hacer, lo que vamos a hacer en este momento para celebrar las cosas buenas de la vida y exorcizar las malas - transmutando todo en imágenes plásticas y espectáculo sonoro – es ponernos a bailar y entrever, vivir, sentir el momento de éxtasis final de esta jornada encantadora.

 


 

Relato de Fernanda Carricart

 

¡Vaya desafío personal y deportivo!

 

Siempre quise correr un tetratlon y CUBA me presentó la oportunidad para hacerlo. No fue la primer carrera que hice pero sí la primer carrera con más de dos disciplinas. Había nadado en las aguas de San Pedro desafiándome por 3 kilómetros. Corrí la carrera del Desafío de rio Pinto en córdoba de 65 kilómetros en bicicleta y tantas más pero nunca me había sometido a la presión de tanto esfuerzo físico y por tanto tiempo y tantas disciplinas. Entonces fue cuando Loli Campa me comentó que se había anotado en el tetra de CUBA con su papá hace dos años y me surgieron unas ganas muy fuertes de hacerlo yo también. 

 

El Refugio de CUBA en Catedral me ofreció todo lo acogedor que un refugio puede dar (aunque todos los que conocen el refugio no es un refugio como tal sino mucho más que eso). Todos los que estábamos anotados para el tetra estábamos muy emocionados porque llegue el día de la carrera. Yo tal vez como era mi primera vez en una competencia así, estaba creo más nerviosa que los demás. 

 

La verdad que más que palabras para agradecer a todos los que organizaron este evento que realmente fue más de lo que yo esperaba en cuanto a logística y camaradería y buena onda entre todos.  Villa Catedral sorprende por su belleza, el Refu por su hospitalidad y la gente por sus ganas de pasarla bien. La carrera me la tomé no en el sentido de carrera en sí mismo, sino más bien un desafío personal de poder terminarla. 

 

La parte del nado en el Lago Moreno fue lo que más miedo me daba a la hora de la largada. El frío del agua y no haber nadado nunca con neoprene (salvo buceos) y la mezcla con los nervios y no saber cuán exigente era todo el desafío hizo que al momento de empezar a nadar me costara bastante respirar. Una vez que eso pasó y pude empezar a tomar confianza pude también empezar a bracear tranquila. 

 

El kayak se hizo muy divertido y un momento de relax por así decirlo antes de subirme a la bici.

 

La bici es por lo que a mí me pareció la parte más exigente pero a la vez más divertida de la carrera atravesando todo tipo de terreno. Mucha subida (ascenso del balcón de Gutiérrez) con su vista impresionante y disfrutable a la vez. Fue un día de mucho calor pero los puestos de hidratación ayudaron en el momento justo.

 

El trekking/running es tal vez y a gusto personal lo que menos disfruto en una carrera, pero el hecho de estar en el cerro y disfrutando de las vistas que ofrece el Catedral se hizo también muy divertido.

 

Definitivamente lo volvería a hacer.

 

Todo lo que empieza termina y lo que empezó con este sueño de poder cumplirlo se pudo hacer y terminarlo de la mejor manera.  Como broche de oro al otro día nos fuimos con el Capitán de Andinismo,  otros competidores más y con el resto de lo que nos quedaba de energía al cerro San Martín a practicar un poco de escalada deportiva y muchos incursionaron en el tema 

 

Gracias CUBA por esta experiencia.

 

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